Semonides de Amorgos 2 (1 D)
2 (1 D)
Hijo mio el retumbante Zeus comuna el fin de todo lo que es y lo dispone como quiere. Los hombres carecen de entendimiento. Pues al día vivimos como bestias, del todo ignorantes de como la divinidad hará concluir cualquier asunto.
La esperanza y la persuasión alimenta a todos mientras se lanza a lo irrealizable.
Unos aguardan a que llegue un día, otros a que rueden años. Para el próximo no hay hombre que no espere hacerse intimo de la riqueza y los bienes.
Pero a uno se apresura la vejez odiosa a atraparlo antes de que llegue a su meta. A otros penosas dolencias los consumen.
A otros, sometidos por Ares, los despacha Haces bajo la negra tierra. Otros, en alta mar, zarandeados por la tormenta y los muchos embates del purpureo oleaje, parecen, cuando en vano tratan de sobrevivir.
Otros se cuelgan de un lazo, en triste destino, y por propia decisión dejan la luz del Sol.
Así que nada hay sin daños, sino que incontables son las formas de muerte e imprevisibles las penas y las calamidades de los hombres.
¡Pero ojala me escucharan! No anhelaríamos las desdichas ni al encontrarnos entre duros dolores nos desgarrariamos el animo.
Hijo mio el retumbante Zeus comuna el fin de todo lo que es y lo dispone como quiere. Los hombres carecen de entendimiento. Pues al día vivimos como bestias, del todo ignorantes de como la divinidad hará concluir cualquier asunto.
La esperanza y la persuasión alimenta a todos mientras se lanza a lo irrealizable.
Unos aguardan a que llegue un día, otros a que rueden años. Para el próximo no hay hombre que no espere hacerse intimo de la riqueza y los bienes.
Pero a uno se apresura la vejez odiosa a atraparlo antes de que llegue a su meta. A otros penosas dolencias los consumen.
A otros, sometidos por Ares, los despacha Haces bajo la negra tierra. Otros, en alta mar, zarandeados por la tormenta y los muchos embates del purpureo oleaje, parecen, cuando en vano tratan de sobrevivir.
Otros se cuelgan de un lazo, en triste destino, y por propia decisión dejan la luz del Sol.
Así que nada hay sin daños, sino que incontables son las formas de muerte e imprevisibles las penas y las calamidades de los hombres.
¡Pero ojala me escucharan! No anhelaríamos las desdichas ni al encontrarnos entre duros dolores nos desgarrariamos el animo.
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