Defensa del cabello largo, vida de Apolonio de Tiana, libro VIII, 6. Filostrato.
Defendamos asimismo acerca de la cabellera que antes llevaba, dado que se ha encontrado también con una acusación por su desgreño. ¡Que no me juzgue el egipcio, sino esos muchachitos rubios repeinados, pegados a los amantes y a las prostitutas a los que rondan! Que se tengan por felices y envidiables por su cabellera y por el perfume que les chorrea y que a mi me tengan por un perfecto antídoto de la lujuria y amante de no amar, pues les diré: ¡Infelices, no acuséis falsamente un invento dorio, pues dejarse crecer la cabellera viene de los Lacedemonios, que lo practicaban por los tiempos en los que llegaron al máximo poderío militar!
También el rey de Esparta, Leónidas, se dejo crecer los cabellos por su hombría, y por parecerle respetable a sus amigos y terrible a sus enemigos. Por eso lleva Esparta el cabello largo; por el no menos que por Licurgo e Ifito. Así que ¡respete el hierro la cabellera de un hombre sabio! Pues no es licito que se acerque a donde se hallan todas las fuentes de las sensaciones, todos los oráculos y de donde surgen las plegarias y la palabra, interprete de sabiduría.
Empédocles, en efecto, ajustaba en torno a ella una cinta de la mejor purpura y se pavoneaba por las calles de los griegos, componiendo himnos sobre como seria Dios después de Hombre, y yo, en cambio, que no llevo cuidada mi cabellera y que jamás necesite de tales himnos sobre ella, me veo sometido a acusaciones y a tribunales. Además, ¿Qué decir de Empédocles? ¿Que celebraba su propia felicidad o la de los hombres de su tiempo, entre los que denunciaban esas cosas?
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