Vida de Milciades (1-4 )- Cornelio Nepote

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Linaje y nombramiento de Milcíades como Estrategos. 


Milcíades, hijo de Cimon, ateniense, tanto por el rancio abolengo de su estirpe y la gloria de sus antepasados cuanto por su propia moderación sobresalía ya muy por encima de todos y, cuando llego a una edad tal que sus conciudadanos podían no solo abrigar buenas esperanzas en torno a su persona, sino también confiar en que el futuro habría de seguir siendo tal y cual le habían conocido, ocurrió entonces que los atenienses se propusieron enviar colonos al Quersoneso. Al ser muy grande el numero de estos y deseando muchos alistarse en esta expedición, se eligieron de entre ellos algunos para enviarlos a Delfos a consultar el Oráculo [para consultar el Oráculo de Apolo] sobre qué jefe deberían elegir.

En efecto, a la sazón habitaban aquellas regiones los tracios, a quienes habría que disputárselas con las armas. A los que, tal consulta hicieron, la Pitia les contesto, citándolo por su nombre, que era a Milcíades a quien deberían tomar por caudillo y que, si tal cosa hacían, la empresa resultaría favorable.
Guerreros Tracios.  
En cumplimiento de la respuesta del oráculo, Milcíades parte con una flota en dirección al Quersoneso en compañía de una tropa escogida; arribo a Lemnos y, deseando someter al poder de los atenienses a los habitantes de esta isla, les exigió que o hiciesen sin ofrecer resistencia. Ellos irónicamente respondieron que estaban dispuestos a hacerlo así siempre que, zarpando con sus naves desde su país con viento Aquilón, consiguiese llegar a Lemnos: tal viento soplando como sopla del norte, resulta desfavorable para los que, partiendo de Atenas se dirigen a Lemnos.

Milcíades, que no tenia tiempo que perder, partió hacia su destino sin desviarse y llego al Quersoneso.

Conquista el Quersoneso, Lemnos y las Cicladas.

Una vez allí, tras haber aniquilado en breve tiempo las tropas bárbaras, conquisto todo el país que se había propuesto conquistar, fortificando luego con solidos reductos los lugares mas aptos y estableciendo en los campos a la multitud que había llevado consigo, enriqueciéndola con frecuentes expediciones. Y en esto le ayudo no menos su prudencia que su buena suerte. Pues, si bien es verdad que había logrado vencer al ejercito enemigo gracias al valor de sus soldados, el trato con suma equidad todos los asuntos e incluso decidió quedarse el mismo allí.

Entre ellos gozaba de un trato propio de un rey, aunque no poseía tal titulo y no lo había conseguido mas en virtud de su cargo militar que por su sentido de la justicia. Y no por ello olvidaba sus obligaciones para con los atenienses, de quienes procedía. De este modo acaeció que obtuvo el poder sin limitación de tiempo y ello tanto por consentimiento de los que le habían enviado, cuanto por el de aquellos con quienes había partido de Atenas.

Organizadas así las cosas en el Quersoneso, retorno a Lemnos y les exige que le entreguen la isla de acuerdo con lo pactado [ellos le habían dicho que se entregarían cuando, saliendo el de su patria y navegando bajo el viento del norte, consiguiese llegar hasta Lemnos]; alegaba que su patria estaba también ahora en el Quersoneso.

Los carios, que a la sazón habitaban la isla de Lemnos, aunque todo había sucedido de manera que ellos no podían ni haber imaginado, coaccionados no precisamente por la palabra dada sino por la buena suerte de sus enemigos, no tuvieron valor para resistir y emigraron de la isla. Con igual fortuna sometió al poder de los atenienses el resto de las islas, llamadas Cicladas.

Incursión de Darío en Escitia.

Por aquel tiempo, Darío, rey de los persas, una vez que había hecho pasar a su ejercito de Asia a Europa, decidió hacer la guerra a los escitas. Hizo construir un puente sobre el rio Histro por el que poder pasar sus tropas. Encomendó la custodia de este puente durante el tiempo que debiera durar su ausencia, a hombres importantes que se había llevado consigo de Jonia y Eolia, y a cada uno de los cuales había investido de un poder vitalicio sobre sus respectivas ciudades. Pensaba, en efecto, que mantendría más fácilmente bajo su dominio a los habitantes de habla griega que habitaban Asia, si tenia entregada la custodia de aquellas plazas a amigos suyos, a quienes, en caso de que el fuese derrotado, no les quedaría esperanza alguna de salvación. En el grupo de esos, a quienes se les llego a encomendar la custodia del puente, se encontraba Milcíades. Por aquel entonces llegaban frecuentes mensajes de que las cosas marchaban mal, y que Darío se veía en aprieto por parte de los escitas; Milcíades, pues, exhorto a los guardianes del puente a que no dejasen escapar la ocasión, que la suerte les brindaba, de liberar Grecia. 

Pues, si Darío llegaba a morir junto con las tropas que había llevado consigo, no solo se sentiría segura Europa, sino que incluso los habitantes de Asia de origen griego se librarían del dominio y amenaza de los persas. Ambas cosas podían conseguirse fácilmente: con el puente cortado, el Rey perecería, bien a manos de los enemigos, bien de hambre, en pocos días.

Aunque muchos estaban de acuerdo con este plan, Histeo de Mileto impidió que se llevara a la práctica alegando que los intereses de ellos, que ostentaban el supremo poder, no coincidían con los del pueblo, ya que su poder tenia como base de sustentación el poder de Darío, y que, una vez muerto este, quedarían privados de ese poder legal y sometidos al castigo de sus conciudadanos. Y por ello sentía tan gran animadversión hacia el plan de los demás, pensando que nada era más útil para ellos como que el poder de los persas se consolidase.

Milcíades, como quiera que la mayoría siguieran esta opinión, y seguro de que, siendo tan numerosos los que conocían sus planes, estos acabarían por llegar a oídos del Rey, abandono el Quersoneso, volviendo de nuevo a Atenas.

Aunque su plan no prevaleció, sin embargo, es muy digno de alabarse, por cuanto que favorecía mas la libertad de todos que los intereses de su propio poder.

Primera guerra Medica. Expedición de Daris y Artafernes.

Darío, que había regresado de Europa a Asia, y debido a que sus amigos le instaban a que sometieran a su dominio a Grecia, dispuso una flota de quinientas naves, al frente de la cual puso a Datis y Artafernes, entregándoles al mismo tiempo doscientos mil infantes y diez mil jinetes, alegando como motivo de su hostilidad hacia los atenienses el hecho de que los Jonios habían tomado Sardes gracias a la protección de los atenienses e incluso habían pasado a filo de espada guarniciones suyas.

Tras obligar a la flota a atracar en Eubea, estos generales del Rey conquistaron rápidamente Eretria, y a todos sus habitantes, tras hacerlos prisioneros, los enviaron al Asia ante el Rey. Desde Eretria alcanzaron el Ática, desembarcando sus tropas en la llanura de Maratón, que esta de Atenas a unos diez mil pasos.

Los atenienses, aunque aterrados por un ataque tan inminente y de tales proporciones, no pidieron auxilio sino a los Lacedemonios, enviando para ello a Lacedemonia a Fidipo, corredor de los llamados corredores de un día, para que les hiciera saber cuan apurada era la ayuda que se necesitaba. Por otro lado, nombran en Atenas diez generales para ponerlos al frente del ejercito y entre ellos a Milcíades.

Entre ellos se entablo una gran disputa sobre si era conveniente defenderse encerrados en sus murallas o, por el contrario, salir al encuentro del enemigo y luchar a campo abierto. Solo Milcíades ponía su obstinado empeño porque se emprendiera campaña cuanto antes, pensando que, si se hacía así, se encenderían los ánimos de los ciudadanos al ver que se tenia total confianza en su valor y por idénticas razones los enemigos se harían mas indolentes, al advertir que osaban luchar contra ellos con tan escasas tropas.

Cornelio Nepote - Vidas - Editorial Clasica Gredos.

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