Cleantes - Himno a Zeus



“¡Gloriosísimo entre los inmortales, multinominado, siempre omnipotente, Oh Zeus, rector de la naturaleza, que con la ley todo lo gobiernas, salve!

Pues a todos los mortales les es licito saludarte.

De tu progenie son, ya que una imitación del eco les ha tocado en suerte a ellos solos entre los animales que sobre la tierra viven y se arrastran.

A ti he de elevar, pues, humanos y tu poder celebrare siempre.

A ti todo este universo que en torno a la tierra gira te obedece por donde lo guíes y el, gustoso, por ti es gobernado.

Cual instrumento entre las manos invencibles tienes el rayo de dos filos, encendido, siempre viviente, pues bajo tu golpe las obras todas de la naturaleza se realizan.

Con el diriges la razón común, que a través de todas las cosas discurre, uniéndose a las grandes y pequeñas luminarias.

Con el llegaste a dominar, como excelso rey, todas las cosas, y sin ti, oh genio, ninguna sobre la tierra se realiza, ni en la divina esfera del éter ni en el mar, salvo las que los malos con sus propias demencias perpetran.

Mas tú sabes también moderar lo excesivo, y ordenar lo desordenado, y las cosas no gratas son gratas para ti.

Todas las has armonizado así en una sola: las buenas y las malas, de tal modo que de todas hay una única Razón, siempre existente, de la cual huyen los mortales perversos, los desdichados que, tratando siempre de alcanzar el bien, no avizoran la del universal ti ni la escuchan, ya que, si la obedecieran, con el entendimiento lograrían una vida feliz.

Ellos en cambio, insensatos, tienden cada uno a una desgracia, unos teniendo contenciosa solicitud por la fama; otros, volviéndose, sin dignidad alguna, hacia el lucro; otros, hacia el desenfrenos y las hedónicas actividades del cuerpo, y aunque encuentran desgracias, llevados ya a una, ya a otra, esforzándose mucho para que les suceda lo contrario.

Pero tú, Zeus, dispensador de todos los dones, el de las negras nubes, señor del rayo, saca a los hombres de la triste inexperiencia y, ahuyentándola del alma, padre, otórgales alcanzar la razón en que te fundas para regir todas las cosas con justicia de modo que, así honrados, te tributemos a nuestra vez honores, cantando perpetuamente himnos a tus obras, como corresponde al mortal, pues no hay mayor ofrenda para los hombres o los Dioses que celebrar siempre, como es justo, la ley universal”.

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