Friedrich von Schlegel - Épocas del arte poetico
Los fundadores del arte trágico encontraron la materia y los modelos en la epopeya, y de igual modo que esta engendro a partir de sí misma la parodia, los mismos maestros que crearon la tragedia se inventaron jugando los dramas satíricos. El nuevo género surgió a la vez que el aire plástico, semejándose a él la fuerza figurativa (Bildung) y en sus leyes de estructuración. De la unión de la parodia con los antiguos yambos, y como antítesis de la tragedia, nació la comedia, llena de mímica suprema que solo es posible por medio de las palabras.
Así como en la tragedia acciones y sucesos, carácter y pasión, eran ordenados y configurados armónicamente en un bello sistema a partir de una leyenda dada, en la comedia se esboza audazmente a modo de rapsodia un profuso derroche de invención, con profundo sentido en su aparente inconexión. Si Esquilo es un modelo eterno de la ruda grandeza y del entusiasmo sin artificio y Sófocles lo es, en cambio, de la plenitud armoniosa, Eurípides muestra ya aquella insondable lasitud que solo es posible en un artista decadente y su poesía es con frecuencia la más ingeniosa declamación.
Este primer contingente del arte poético griego, la antigua epopeya. Los yambos, la elegía, los cantos y piezas teatrales festivos son la poesía misma. Todo lo que ha seguido a continuación, hasta nuestra época, no son sino restos, ecos, intuiciones particulares, aproximaciones, retornos hacia aquel Olimpo supremo de la poesía.
La exhaustividad me obliga a mencionar que también las primeras fuentes y modelos del poema didascálico, el transito reciproco entre filosofía y poesía, hay que buscarlos en esta época dorada de la cultura antigua; en los himnos mistéricos inspirados por la naturaleza, en las enseñanzas plenas de sentido referentes a la moral social que contiene la literatura gnómica, en los poemas omniabarcadores de Empédocles y de otros sabios e incluso en los simposios, en los que el dialogo filosófico y su exposición se convierten enteramente en poesía.
Aquellos espíritus de una grandeza única, como Safo, Píndaro, Esquilo, Sófocles o Aristófanes ya no se repitieron; pero todavía hubo virtuosos geniales, como Filoxeno, que caracterizaron el estado de descomposición y efervescencia que constituye la transición de los griegos desde la gran poesía de ideales a la poesía culta y refinada. Uno de los centros de esta última fue Alejandría. Pero no solo aquí floreció una pléyade clásica de poetas trágicos; también en la escena ática brillo un elenco de virtuosos, y aun cuando los poetas realizaron en todos los géneros numerosos intentos por imitar o renovar cada una de las formas antiguas, fue sin embargo ante todo en el género dramático en el que se manifestó la fuerza inventiva que todavía restaba en esta época, a través de una gran profusión de las más ingeniosas, y a menudo extrañas, nuevas combinaciones y composiciones, en parte en serio, en parte como parodia. Con todo, este género sigue sin duda también presidido por lo delicado, lo ingenioso, lo artificial, al igual que los demás, entre los cuales solo mencionaremos al idilio como una forma propia de esta época; una forma, empero, cuya peculiaridad consiste casi únicamente en la carencia de forma. En el ritmo y en algunos giros del lenguaje y la exposición sigue, hasta cierto punto, el estilo épico. En la acción y en el dialogo, a los mismos dóricos de escenas aisladas tomadas de la vida social en sus colores más locales. En los cantos alternos, a las canciones ingenuas de los pastores. En su espíritu erótico se asemeja a la elegía y al epigrama de la época, en la que tal espíritu afluía incluso en las obras épicas, muchas de las cuales eran, sin embargo, casi solo una forma, en la que el artista intentaba mostrar en el género didascálico que su exposición podía domeñar hasta la materia más dificultosa y árida; o, en cambio, en el género mítico, que sabía incluso de la materia más rara y era capaz de renovar y transformar en algo más delicado incluso la materia más antigua y más elaborada; o que, en finas parodias, jugaba con un objeto meramente ficticio. En general, la poesía de esta época se encaminaba bien al artificio formal, bien al encanto sensual del contenido, que dominaba incluso en la nueva comedia Ática; pero la voluptuosidad se había perdido.
Una vez que la imitación también se agotó, se contentaron con entretejer nuevas guirnaldas con las viejas flores y fueron las antologías las que clausuraron la poesía griega.
Los romanos tuvieron solo un breve arrebato de poesía, durante el cual lucharon y se esforzaron con gran energía por apropiarse el arte de sus modelos. Estos los recibieron en primer lugar de manos de los alejandrinos; por ello domina en sus obras lo erótico y lo culto y, por lo que respecta al arte, hay que mantenerse en este punto de vista para saber apreciarlos. Y es que el entendido deja toda creación en su esfera y la juzga solo con arreglo a su ideal propio. Ciertamente, Horacio resulta interesante en todos los sentidos, y en vano buscaríamos entre los griegos tardíos un hombre del valor de este romano; pero este interés general por él es más un juicio romántico que artístico, que solo en la sátira puede enaltecerlo. Un fenómeno magnifico se produce al unirse hasta su fusión la fuerza romana con el arte griego. Así, Propercio dio forma a una pujante naturaleza a través del arte más cultivado; un torrente de intimo amor mano poderoso de su corazón leal. Ha de consolarnos de la perdida de los elegiacos griegos, lo mismo que Lucrecio de la perdida de Empédocles.
Durante algunas generaciones todo el mundo en Roma quería ser poeta y todos creían que debían favorecer a las Musas y restablecerlas en su lugar; y a esto lo llamaron la Edad de Oro de su poesía, un estéril florecimiento, por así decirlo, en la cultura de esta nación. Los modernos les han seguido a este respecto; lo que aconteció bajo augusto y Mecenas fue un presagio de los cinquecentistas en Italia. Luis XIV intento forzar la misma primavera del espíritu en Francia; también los ingleses convivieron en estimar como el mejor, el gusto de la época de la reina Ana, y ninguna nación quiso permanecer por más tiempo sin su Edad de Oro. Cada una de ellas era todavía más vacía y peor que la anterior, y lo que los alemanes se han forjado como su época dorada nos impide describirlo más la dignidad de esta exposición.
Vuelvo con los Romanos. Como se ha dicho, tuvieron solo arrebato de poesía, que, en el fondo, no dejo de serles siempre algo antinatural. Solo les fue naturalmente propia la poesía de la urbanidad, y únicamente con la sátira enriquecieron el terreno del arte. Esta recibió con cada maestro una forma nueva, en la que el gran estilo antiguo de la sociabilidad romana y del ingenio romano, ora se apropiaba de la osadía clásica de Arquiloco y de la comedia antigua, ora transformada la despreocupada ligereza de un improvisador en la más esmerada elegancia de un autentico griego, ora retornaba, con sentido estoico y en el más puro estilo, a la gran manera antigua de la nación, ora se entregaba a la inspiración del odio. Gracias a la sátira aparece con nuevo esplendor lo que todavía vive de la urbanidad de la Roma eterna en Catulo, en Marcial, o en otros autores aislada y esporádicamente. La sátira nos da un punto de vista romano sobre los productos del espíritu romano.
Después de que el vigor de la poesía se extinguiera tan rápidamente como antes se había desarrollado, el espíritu humano tomo un nuevo derrotero, el arte desapareció en el tumulto entre el viejo y nuevo mundo, y transcurrió mas de un milenio antes de que en occidente volviera a surgir un gran poeta. Quien tenía talento para la oratoria se dedicaba, entre los romanos, a los asuntos legales, y si era griego impartía lecciones populares sobre toda suerte de temas filosóficos. Se contentaban con conservar, recopilar, mezclar, abreviar y corromper tesoros antiguos de toda especie; y, al igual que otras ramas de la cultura, también en la poesía asomaba solo raras veces un rasgo de originalidad, de forma aislada y sin continuidad; ni un solo artista, ninguna obra clásica en tan largo periodo. En cambio, en religión eran tanto más viva las creaciones e inspiración, en el desarrollo de la nueva religión, en los intentos de trasformar la antigua, en la filosofía mítica, es donde debemos buscar la fuerza de aquella época, que en este respecto fue grande, un mundo intermedio para la cultura, un caos fecundo para un nuevo orden de las cosas, la verdadera Edad Media.
Comentarios
Publicar un comentario