Origen y naturaleza del Universo - Manilio, astrologia. Libro I 120-250
Y puesto que la inspiración desciende del elevado cielo, y de allí llega a la tierra el imutable orden del destino, he de cantar primero la forma misma de la naturaleza y exponer la totalidad del universo por debajo de su apariencia.
Ya sea que el universo, al sacar sus elementos de la nada, no necesita nacimiento, sino que existió y existirá siempre por no tener principio ni tampoco fin; ya sea que el caos lo engendró en cierto momento mediante la separación de los principios de las cosas, mezclados entre sí, y que la oscuridad, tras haber alumbrado el universo luminoso, se vio obligada a refugiarse en las tinieblas abismales; ya sea que la naturaleza, destinada a deshacerse y a volver a la misma forma, después de miles de generaciones permanece como un agregado de invisibles átomos, y que casi de la nada procede la totalidad y en la nada se convertirá, y que una materia ciega hizo por completo el cielo y la tierra; ya sea que el fuego ha engendrado el universo y junto con el fuego las llamas brillantes, que crearon los astros de la bóveda celeste, que habitan en todos los cuerpos y forman los rayos centelleantes en el cielo; ya sea que lo generó el agua, sin la cual la seca materia de los seres queda rígida, y que incluso destruye el fuego mediante su descomposición; ya sea que ni la tierra, ni el fuego, ni el aire ni el agua conocen un principio, sino que esos cuatro elementos constituyen la divinidad y formaron la bóveda del universo, impidiendo que se investigue algo anterior ya que ellos mismos han creado todo, de forma que a lo caliente no falta lo frío, ni lo húmedo a lo seco, ni lo ligero a lo sólido, pues esta discordia concorde es la que crea las uniones adecuadas y la capacidad generativa, haciendo que los elementos sean capaces de producir cualquier cosa; siempre habrá motivo de debate para la inteligencia de los hombres, y siempre permanecerá la oscuridad sobre lo que está oculto y muy por encima del hombre y del dios.
Ya sea que el universo, al sacar sus elementos de la nada, no necesita nacimiento, sino que existió y existirá siempre por no tener principio ni tampoco fin; ya sea que el caos lo engendró en cierto momento mediante la separación de los principios de las cosas, mezclados entre sí, y que la oscuridad, tras haber alumbrado el universo luminoso, se vio obligada a refugiarse en las tinieblas abismales; ya sea que la naturaleza, destinada a deshacerse y a volver a la misma forma, después de miles de generaciones permanece como un agregado de invisibles átomos, y que casi de la nada procede la totalidad y en la nada se convertirá, y que una materia ciega hizo por completo el cielo y la tierra; ya sea que el fuego ha engendrado el universo y junto con el fuego las llamas brillantes, que crearon los astros de la bóveda celeste, que habitan en todos los cuerpos y forman los rayos centelleantes en el cielo; ya sea que lo generó el agua, sin la cual la seca materia de los seres queda rígida, y que incluso destruye el fuego mediante su descomposición; ya sea que ni la tierra, ni el fuego, ni el aire ni el agua conocen un principio, sino que esos cuatro elementos constituyen la divinidad y formaron la bóveda del universo, impidiendo que se investigue algo anterior ya que ellos mismos han creado todo, de forma que a lo caliente no falta lo frío, ni lo húmedo a lo seco, ni lo ligero a lo sólido, pues esta discordia concorde es la que crea las uniones adecuadas y la capacidad generativa, haciendo que los elementos sean capaces de producir cualquier cosa; siempre habrá motivo de debate para la inteligencia de los hombres, y siempre permanecerá la oscuridad sobre lo que está oculto y muy por encima del hombre y del dios.
Ahora bien, cualquiera que sea su origen, el aspecto externo del mismo tiene armonía, y su estructura está dispuesta según un orden preciso. El alado fuego se elevó a las regionos más altas y, abrazando las más elevadas cumbres del cielo estrellado, formó una defensa de llamas para protección del universo. A continuación, el soplo descendió a la región de las mili les brisas, y en la parte central extendió el aire por el vacío del universo; ese aire, situado debajo de los astros vecinos, es el que alimenta el fuego. El tercer elemento formó las ondas y las fluctuantes olas, originando con su inundación todos los mares, con el fin de que el agua se evapore, expela la sutil bri- nu y alimente el aire, que tiene su origen precisamente en el agua.
La última en asentarse fue la tierra debido a su concentrado peso, y un fango, mezclado con deslizantes arenas, se le unió, escapándose hacia lo más alto el ligero vapor poco a poco. En la medida en que mayor cantidad de humedad se separó para formar límpidas aguas, en la medida en que las aguas filtradas acumularon más tierra y se fue concentrando más líquido en los valles, los montes emergieron de los mares y la tierra se elevó a través de las olas, encerrada, sin embargo, por doquier por el inconmensurable océano. [La más profunda de todas ocupa una posición central respecto al conjunto.].
Por esta razón permanece firme, porque todo el universo se aparta de ella en la misma medida y, al separarse en todas las direcciones, consiguió que no cayese la parte central y más profunda del conjunto. [Los cuerpos adquieren la estabilidad gracias a la conjunción de las presiones, que, al coincidir, les impiden moverse.]Y si la tierra no fuera estable gracias a ese equilibrio de fuerzas, el sol no conduciría su carro desde el poniente, al aparecer las estrellas del cielo, y no volvería nunca al saliente, ni la luna 46, sumergida en el vacío, regiría su marcha, ni el Lucífero brillaría en las horas de la mañana, después de haber dado luz bajo el nombre de Héspero y de haber recorrido el cielo.
Ahora bien, puesto que la tierra no está sepultada en lo más profundo, sino que permanece suspendida en el centro, por todas partes hay comunicación: por donde el cielo cae y desaparece, y por donde de nuevo se levanta. No puedo creer, en efecto, que, cuando salen los astros, sus ortos sean fortuitos ni que el universo nazca tantas veces, o que el sol nazca continuamente y perezca todos los días, ya que el aspecto de los astros es el mismo desde hace siglos, el mismo Febo recorre las mismas partes del cielo, la luna cambia su circunferencia en un número igual de días, el universo conserva los caminos que él mismo se creó y no se equivoca con ensayos, el sol con luz eterna da vueltas señalando las mismas estaciones, ya a las cercanas regiones del mundo ya a las alejadas, siempre está más lejano el oriente para los que se dirigen hacia el orto, como - más lejano está el occidente para los que se dirigen al ocaso, y el cielo permanece siempre con el sol.
Pero no debes sentir admiración ante el hecho de que la tierra esté en suspenso. Puesto que el universo mismo lo está y no se apoya en ninguna base, lo que es manifiesto tanto por el hecho mismo de moverse como por su marcha circular, puesto«que Febo se mueve en suspensión y con agilidad hace girar su carro ya en una dirección ya en otra, manteniendo en el alto cielo los puntos de vuelta, y puesto que la luna y las estrellas vuelan por el vacío del universo, también la tierra siguiendo lus leyes espaciales quedó suspendida.Así, pues, la tierra obtuvo en suerte el vacío central de la atmósfera, alejándose de forma equidistante de cualquier profundidad, y no se extiende en amplias llanuras, sino que está encerrada en una esfera que al mismo tiempo empieza y termina en cualquier punto.
Éste es el aspecto de la naturaleza: el propio universo, al girar circularmente, hace que las formas de las estrellas sean redondas. Vemos que el contorno del sol es redondo y también el de la luna, la cual con la convexidad de su cuerpo busca la luz, ya que su esfera no puede recibir en toda ella los rayos oblicuos. Ésta es la forma inmutable y muy semejante a la de los dioses, que no tiene principio en ninguna parte ni fin en sí misma, sino que es igual en toda su superficie y a través de todos los movimientos. La tierra tiene también la forma de globo, imitando la del universo.Por esa razón no vemos todas las constelaciones desde cualquier punto de la tierra. En ninguna parte verás brillar a Canopo hasta que no hayas llegado, a través del mar, a las riberas del Nilo; pero los que vean esa estrella echan en falta a lélice, ya que habitan regiones en pendiente y las tierras por su abombamiento central les quitan la visión de esa parte del cielo.
La tierra hace de ti, luna, un testimonio de su redondez, pues, cuando te ocultas sumergida en las negras sombras de la noche, no ensombreces a todos los pueblos al mismo tiempo, sino que tu luz les falta en primer lugar a los pueblos orientales, después a los que habitan bajo la parte central del cielo [por último te precipitas al occidente con tus alas oscuras], y más tarde a los pueblos occidentales, que hacen resonar sus bronces los últimos.Y, si la tierra fuera plana, saldrías, luna, de una vez en toda ella y dejarías de alumbrar lamentablemente en todo el orbe al mismo tiempo. Sin embargo, puesto que la tierra está formada según una curva esférica, Delia se muestra primero a unas tierras y luego a otras, saliendo y ocultándose al mismo tiempo, y, como sigue una órbita circular, une al mismo tiempo zonas ascendentes y descendentes, alcanzando unas curvas y dejando otras [de lo que se deduce que la forma de la tierra es redonda].Alrededor de ella viven pueblos diversos y variadas clases de animales y de aves. Una parte se eleva hacia las Osas y la otra, también habitable, está en las regiones australes, bajo nuestros pies, y, sin embargo, en ella se tiene la impresión de estar arriba, porque el suelo disimula la larga pendiente y porque el terreno se eleva y desciende al mismo tiempo. Cuando el sol, al ponerse para nosotros, mira hacia esa región, nace allí el nuevo día, que pone en movimiento las ciudades dormidas y con la luz vuelve a traer a la tierra la obligación del trabajo;nosotros estamos en la noche y relajamos los miembros con el sueño.
El océano con sus aguas separa y une ambas partes.Esta obra, formada con la materia del inmenso universo, así como las diversas partes de la naturaleza, constituidas en distinta proporción por el aire, el fuego, la tierra y el agua nivelada, son dirigidas por la fuerza divina de un alma, a lo que contribuye la divinidad con su sagrado movimiento, la cual gobierna con una norma secreta, estableciendo mutuos vínculos entre todas las partes, a fin de que cada una aporte sus fuerzas a las demás y las reciba ella, y permanezca unido el conjunto a través de las formas diversas.
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